1. Alimentándote en la Palabra – La Nutrición DIARIA

Un bebé saludable tiene un apetito saludable. Si realmente has “nacido” del Espíritu de Dios, tendrás un apetito saludable. La Biblia dice: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2.2 – RV60). Aliméntate cada día sin fallar. Job dijo, “Del mandamiento de sus labios nunca me separé; Guardé las palabras de su boca más que mi comida”. (Job 23.12). Entre más comes, más rápido creces, y te evitarás cualquier contusión. Acelera el proceso y evítate el dolor – haz un voto contigo mismo de leer la Palabra de Dios diariamente, sin falta: “No Biblia, no desayunar, no leer, no comer”. Sé como Job, y pon tu Biblia antes de tu estómago. Si haces eso, Dios promete que serás como un árbol fuerte y sano que da fruto (lee el Salmo 1). Cada día, busca un lugar tranquilo y lava tu alma en la Palabra de Dios.

Habrá momentos en los que leerás por sus páginas con gran entusiasmo, y habrá otros en que te parecerá seca y hasta aburrida. Pero la comida te hace bien sea que la disfrutes o no. Cuando niño, sin duda comiste postres con gran entusiasmo, pero quizá los vegetales no te emocionaban. Si fuiste un niño normal, es probable que tuvieron que motivarte para que te los comieras. Luego, cuando eras mayor te enseñaron a disciplinarte para comer vegetales. La razón es porque físicamente te benefician, aunque en el momento, su sabor no te fuera placentero.

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