El cielo: un reflejo de la gloria de Dios

por | Ago 19, 2025

Permíteme hacerte una pregunta que te hará reflexionar, aunque sé exactamente cómo responderás. ¿Recuerdas la primera vez que viste un cielo azul? Seguro que no. Tu primera mirada al cielo azul fue probablemente cuando eras un bebé con los ojos muy abiertos, acostado boca arriba en un cochecito.

No solo no recuerdas ese momento, sino que, si eres normal, probablemente no recuerdes nada de tus primeros tres años de vida.

Hay otras cosas que aprendimos de pequeños y que no recordamos. Damos por sentado que podemos hablar un idioma entero con fluidez, y no recordamos haberlo aprendido.

Por eso también damos por sentado el cielo. No apareció de repente y nos dejó maravillados. Para nosotros, simplemente está ahí.

Sin embargo, el cielo esconde mucho más de lo que se ve a simple vista. Declara algo que muchos pasan por alto: Los cielos declaran la gloria de Dios (Salmo 19:1).

Al amanecer, el sol enciende suavemente la luz de un nuevo día, ofreciendo un espectáculo mil veces más magnífico que el clímax del Mesías de Händel. Al amanecer, los pájaros comienzan su día cantando alabanzas a su Creador. Pero la humanidad es sorda a la música y ciega a la gloria de Dios porque la familiaridad se la ha robado.

Para nosotros, los cielos no solo son un recordatorio de la gloria de Dios. También son una declaración que nos recuerda su infinito poder. Cuando nacimos de nuevo, nuestro entendimiento se iluminó, y ahora, como niños con los ojos abiertos, contemplamos la gloria de Dios.

El cielo también nos da la luz y el calor del sol. Las enormes explosiones del sol envían rayos a la velocidad de la luz a millones de kilómetros de la tierra, donde se enfrían, pasando de ser un calor abrasador a una suave calidez sobre nuestra delicada piel.

Los cielos también son un sermón diario de 4 puntos:

  1. El sol nos recuerda a Dios mismo. Ni siquiera podemos contemplarlo diez segundos sin que nos ciegue con su gloria.

  2. La inmensidad del cielo nos recuerda las grandiosas y preciosas promesas que Dios nos ha revelado en su Palabra.
  3. Los enormes depósitos de lluvia en las nubes nos recuerdan no solo la capacidad de Dios para suplir todas nuestras necesidades, sino también su bondad para derramar sus bendiciones en nuestras vidas.
  4. Las negras nubes de tormenta, que se fortalecen minuto a minuto, nos recuerdan el inminente Día del Juicio, cuando Dios revelará el relámpago de su veloz espada.

Así que, la próxima vez que amanezca un día con un vasto cielo azul, nubes espesas, truenos y relámpagos aterradores, o la bendición de la lluvia, no lo veas como un día más. Mira hacia arriba y contempla la gloria de Dios.

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