
Cuando David pecó con Betsabé, quebrantó los Diez Mandamientos. Él codició la mujer de su prójimo, cometió adulterio, asesinó al esposo, vivió una mentira, robó, deshonró a sus padres, y rompió los cuatro restantes mandamientos por deshonrar a Dios. Por lo tanto, el Señor envió al profeta Natán para reprenderlo (2 Samuel 12:1-14).
Existe una gran importancia en el orden en que fue presentada la reprensión. Natán dio a David (el pastor de Israel) una parábola acerca de algo que David podía entender-las ovejas. Comenzó con el reino natural, en lugar de inmediatamente exponer el pecado del rey. Le contó una historia acerca de un hombre rico que, en lugar de tomar una oveja de su rebaño propio, mató el cordero preferido de un hombre pobre para alimentar a un extraño. David estaba indignado, y se sentó en su trono elevado de justicia propia. Él reveló su conocimiento de la ley al declarar que el culpable debería devolver cuatro veces el valor de lo tomado y debería morir por su crimen. Natán luego expone el pecado del rey al tomar el «cordero» de otro hombre, diciendo: «Tú eres el hombre… ¿Por qué has despreciado la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos?» Cuando David exclamó: «He pecado contra el Señor,» el profeta entonces, le dio al rey gracia y le dijo: «El Señor ha quitado tu pecado;. No morirás» Imagina si Natán, temeroso del rechazo, hubiera cambiado el mensaje y le hubiera dicho a David: «Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida. Sin embargo, hay algo que le impide disfrutar de este maravilloso plan. Se llama ‘pecado’.» Imagina si hubiera pasado por alto la naturaleza personal del pecado de David, con una referencia general de que todos los hombres han pecado y están destituidos de la gloria de Dios. La reacción de David pudo haber sido, «¿De qué pecado estás hablando?» en lugar de admitir su trasgresión terrible. Piensa en ello – ¿por qué dijo: «He pecado contra el Señor» al oír ese mensaje? En su lugar, pudo tener, un sincero deseo de experimentar el «plan maravilloso», admitiendo que él, como todos los hombres, había pecado y está destituido de la gloria de Dios. Si David no hubiera temblado bajo la ira de la Ley, el profeta hubiera removido lo que producía la tristeza según Dios, que era tan necesaria para el arrepentimiento de David. Se trata de «la tristeza según Dios» que produce arrepentimiento (2 Corintios 7:10). Fue el peso de la culpa de David lo que le hizo exclamar: «He pecado contra el Señor». La Ley le llevó a sentirse trabajado y cargado, le hizo sentir hambre y sed de justicia. Le iluminó en cuanto a la gravedad del pecado como Dios lo refiere.
Si somos fieles a la palabra de Dios y amamos a nuestro prójimo, entonces tenemos que predicar la verdad – no nos podemos quedar callados. Es decir “El amor no puede quedarse callado”.
~Ray Comfort