Dejando todo para seguir la voluntad de Dios

por | Jun 10, 2025

El relato de Juan 4, comúnmente conocido como “la mujer junto al pozo”, está lleno de verdad bíblica. Quizás la mayor verdad sea el amor que Jesús siente por las personas. La Escritura nos dice: “Salió de Judea y se dirigió de nuevo a Galilea. Pero le era necesario pasar por Samaria” (Juan 4:3-4). Necesitaba pasar por Samaria. Dios no necesita nada, y sin embargo, el amor lo impulsó a ir a Samaria, sentarse junto a un pozo y esperar a una completa desconocida.

Me pregunto si tenemos ese mismo amor de Dios que nos impulsa a buscar desconocidos con quienes hablar. La Escritura nos dice que Jesús se sentó porque estaba cansado (v. 6). Aunque las dificultades diarias de esta vida puedan cansarnos, nunca debemos olvidar aquello a lo que Dios nos ha llamado.

Jesús se sentó junto al pozo porque estaba a punto de ocurrir un encuentro divino. Sería con una samaritana despreciada, a quien los judíos habrían considerado condescendientemente una mujer “pecadora”. Cuando tú y yo recordamos el día de nuestro encuentro divino personal, nos damos cuenta de que Jesús se esforzó por buscarnos y salvarnos. No nos miró con condescendencia ni apartó su mirada santa.

Cuando Jesús habló con esta mujer, la confrontó por sus pecados. No dudó en intentar construir una relación. Ella había violado la Ley de Dios y seguía viviendo en adulterio. Jesús fue amable y confrontativo, como Natán lo fue con David, como Pablo lo fue con Félix, y como deberíamos serlo nosotros con los pecadores si los amamos y nos importa su destino al morir.

Más adelante en el pasaje, ella dijo que Jesús le contó todo lo que había hecho. Nos haría bien meditar en la omnisciencia de Dios. El día que vino a nosotros, sabía todo lo que habíamos hecho. Vio cada cucaracha arrastrándose en el sótano oscuro de nuestros corazones malvados.

Cuando la mujer comenzó a comprender quién era Jesús —que Él era quien podía darle vida eterna—, se sintió abrumada por una carga que pesaba más que su cántaro lleno de agua. Esa carga era por las almas perdidas de su propia aldea. Y esa es la primera señal de gracia en la vida de cualquier pecador egoísta. Empezamos a pensar genuinamente en los demás y en su terrible destino eterno. Así, la Biblia nos dice que ella dejó su cántaro:

Tendemos a dar por sentado el agua. La bebemos a diario, sin diluir o con té o café. La usamos para lavar la ropa, para asearnos y para regar el césped. Por su comodidad, rara vez la pensamos dos veces. Pero, en el cálido clima del antiguo Oriente Medio, el agua y la vida eran sinónimos. Su cántaro contenía agua preciosa, y aun así, la dejó atrás. La dejó porque ahora tenía otras prioridades. Quería llevar agua viva a su aldea y no quería que nada la detuviera en esa misión.

Recuerdo caminar con mis hijos por un sendero y ver dos enormes dóberman corriendo hacia nosotros. Rápidamente empujé a mis hijos detrás de mí, sin miedo, decidido a destrozarlos si se acercaban. Por suerte, pasaron corriendo y ni siquiera nos vieron. Pero noté el poder del amor.

Tendemos a dar por sentado el agua. La bebemos a diario, sin diluir o con té o café. La usamos para lavar la ropa, para asearnos y para regar el césped. Por su comodidad, rara vez la pensamos dos veces. Pero, en el cálido clima del antiguo Oriente Medio, el agua y la vida eran sinónimos. Su cántaro contenía agua preciosa, y aun así, la dejó atrás. La dejó porque ahora tenía otras prioridades. Quería llevar agua viva a su aldea y no quería que nada la detuviera en esa misión.

Recuerdo caminar con mis hijos por un sendero y ver dos enormes dóberman corriendo hacia nosotros. Rápidamente empujé a mis hijos detrás de mí, sin miedo, decidido a destrozarlos si se acercaban. Por suerte, pasaron corriendo y ni siquiera nos vieron. Pero noté el poder del amor.

Compartir