¿Es falta de amor hablar del infierno?

por | Jun 14, 2022

Si le estuvieras dando a algunos amigos direcciones a Denver y supieras que un camino lleva allí pero un segundo camino termina en un acantilado pronunciado alrededor de una esquina ciega, ¿hablarías solo sobre el camino seguro? No. Les hablarías de ambos, especialmente si supieras que el camino a la destrucción es más ancho y transitado. De hecho, sería terriblemente poco amoroso no advertirles sobre ese otro camino.

Por la misma razón, no debemos creer la mentira de Satanás de que no es amable hablarle a la gente sobre el Infierno. La verdad más básica es que solo hay dos destinos posibles después de la muerte: el cielo y el infierno. Cada uno es tan real y tan eterno como el otro. A menos y hasta que entreguemos nuestras vidas a Jesucristo, nos dirigimos al Infierno. Lo más amoroso que podemos hacer por nuestros amigos y nuestra familia es advertirles sobre el camino que conduce a la destrucción y hablarles sobre el camino que conduce a la vida.

Nos molestaría, pero ¿pensaríamos que no es amoroso si un médico nos dijera que tenemos un cáncer potencialmente mortal? ¿Y el médico no nos diría si se podría erradicar el cáncer? Entonces, ¿por qué no les decimos a las personas no salvas sobre el cáncer del pecado y el mal y cómo el sacrificio expiatorio de Jesucristo puede evitar el castigo inevitable de la destrucción eterna?.

Si entendiéramos el Infierno aunque sea un poco, ninguno de nosotros diría: “Vete al Infierno”. Es demasiado fácil ir al infierno. No requiere cambio de rumbo, ni ajustes de navegación. Nacimos con nuestro piloto automático puesto en el infierno. No es nada para tomar a la ligera: el infierno es la tragedia más grande del universo.

Dios nos ama lo suficiente como para decirnos la verdad: hay dos destinos eternos, no uno, y debemos elegir el camino correcto si queremos ir al cielo. Todos los caminos no conducen al Cielo. Sólo uno lo hace: Jesucristo. Él dijo: “Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Todos los demás caminos conducen al Infierno. Lo que está en juego en la elección entre el Cielo y el Infierno hará que apreciemos el Cielo de manera más profunda, sin darlo nunca por sentado y siempre alabando a Dios por Su gracia que nos libra de lo que merecemos y nos concede para siempre lo que no merecemos.

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