3. Evangelizar- Nuestra misión suprema.
Ocurrió a finales de diciembre de 1996. Una gran familia se reunió en Los Ángeles para festejar el intercambio de los regalos de Navidad. Era una gran familia porque era el producto de dos matrimonios. Habían tantos reunidos esa noche que cinco de los niños dormían en la cochera. Era una estructura en la que se mantenían calientes durante el frío de la noche con un calentador eléctrico junto a la puerta. Durante las horas tempranas de la madrugada, el calentador estalló en llamas, bloqueando la salida. En segundos, el cuarto se convirtió en un infierno ardiente. La llamada frenética a los servicios de emergencias reveló el terror del momento. Uno de los niños se podía escuchar gritando, “¡Me estoy quemando!”. El padre desesperado entró en las llamas para intentar salvar a uno de sus amados hijos. Sufrió quemaduras en 50% de su cuerpo. Trágicamente, todos los cinco niños murieron quemados. Murieron porque las barras de metal en las ventanas de la cochera impidieron su escape. Había sólo una puerta y fue obstruida por las llamas.
Has regresado en el tiempo. Son minutos antes que el calentador estalle en llamas. Caminas a través de la oscuridad mirando el dormir tranquilo y lleno de paz de los pequeños. Sabes que en cualquier momento el cuarto va a convertirse en un infierno y quemará horriblemente la piel de los niños. ¿Podrías salir de ahí caminando tranquilamente con una conciencia limpia? ¡No! ¡Debes despertarlos y advertirles que huyan de la trampa mortal!
El mundo duerme tranquilamente en la oscuridad de la ignorancia. Hay una sola Puerta por la que pueden escapar de la muerte. Las barras de metal del pecado impiden su salvación y al mismo tiempo atraen las llamas de la Justicia Eterna. ¡Qué espantosa cosa será el Día del Juicio! Las llamas de la ira de Dios Todopoderoso quemarán por toda la eternidad. La Iglesia ha sido confiada con la tarea de despertar al mundo antes de que sea demasiado tarde. No podemos dar la espalda y caminar en otra dirección tranquilamente. Piensa en cómo el padre corrió dentro de las llamas. Su amor no conoció límites. Nuestra devoción por la tarea suprema, que Dios nos ha dado, está en directa proporción a nuestro amor por los perdidos. Hay sólo unos pocos que corren entregándose a las llamas para advertir a otros que huyan (Lucas 10:2). Por favor, sé uno de ellos. Realmente, no tenemos opción. El apóstol Pablo dijo, «¡ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Corintios 9.16). El «príncipe de los predicadores», Charles Spurgeon, dijo estas palabras: «¿No tienes el deseo de que otros se salven? Entonces tú mismo no eres salvo. Puedes estar seguro de esto.» Un cristiano no puede ser apático acerca de la salvación del mundo, porque el amor de Dios en él lo motivará a ir a buscar y salvar a los que están perdidos.
Probablemente tengas un tiempo limitado luego de tu conversión para impactar a tus amigos y familiares aún no salvos con el evangelio. Después del “shock” inicial por tu conversión, es posible que te etiqueten y te metan en una cajita con un lacito rojo y te mantengan a distancia. Por esto, es importante que aproveches el corto tiempo con el que cuentas, mientras aún te puedan escuchar.
Aquí tienes un consejo que te ahorrará mucho dolor. Como un nuevo cristiano, un amigo hizo un daño irreparable al actuar como un toro salvaje en una exposición de vajillas. Atropelló a su mamá, a su papá y a muchos de sus amigos diciéndoles que hicieran una «decisión para Cristo». Él fue sincero, apasionado, amoroso, gentil y estúpido. No entendió que la salvación no viene al hace una «decisión», sino a través del arrepentimiento, y el arrepentimiento es algo dado por Dios (2 Timoteo 2.25). La Biblia enseña que ninguno puede venir al Hijo a menos que Dios lo «traiga». Si eres capaz de obtener una decisión pero no tienen convicción de pecado, es casi seguro que terminarás con un aborto en tus manos.
En su celo sin conocimiento» realmente alejó a aquellos mismos a los cuales quería desesperadamente alcanzar. No hay nada más importante que la salvación de tus seres amados y no querrás echar todo a perder. Si lo haces, descubrirás que no tendrás una segunda oportunidad. Ora fervientemente por ellos, agradeciéndole a Dios por la salvación de ellos. Permite que ellos vean tu fe. Permite que sientan tu bondad, tu amor genuino y amabilidad. Cómprales regalos sin ninguna razón. Haz tareas en su casa que no te han pedido. Ve la milla extra. Colócate en su lugar. Tú sabes que has hallado vida eterna. ¡La muerte ha perdido su aguijón! Tu gozo es inexplicable – pero en cuanto a ellos respecta, te han lavado el cerebro. Haz venido a formar parte de una secta extraña. Entonces, tus acciones de amor hablarán más alto que diez mil sermones.
Es por esta razón que deberías evitar una confrontación verbal hasta que tengas el conocimiento que guíe tu celo. Ora por sabiduría y para ser sensible al tiempo de Dios. Quizá sólo tengas un disparo, así que haz que cuente. Mantén la calma. Si no lo haces, quizá te lamentes de por vida. Créeme, es mejor escuchar a un amigo cercano decirte «Cuéntame de tu fe en Jesucristo» que decirle, «Siéntate aquí, quiero hablarte…».
Es importante que comprendamos que deberíamos compartir nuestra fe con otros siempre que podamos. La Biblia dice que solo hay dos momentos en que debemos hacerlo – “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4.2). El apóstol Pablo rogó por oración para su propia testificación personal. El dijo, “…y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar”. (Efesios 6.19-20)
Recuerda que tienes la suprema responsabilidad de hablarle a los seres queridos de otros. Muchas veces, cuando abres tu boca para compartir el Evangelio, puedes ser la respuesta a la oración ferviente de otro cristiano. Quizá ha clamado a Dios que use a un testigo fiel para que hable a su amada madre o padre, y tú eres la respuesta a esa oración. Tú eres el testigo fiel y verdadero que Dios quiere usar.
Nunca pierdas de vista el mundo y sus sufrimientos. Mantén el destino de los perdidos ante tus ojos. Muchos de nosotros nos acomodamos en las bancas de un templo y nos volvemos introvertidos. Nuestro mundo se convierte en un monasterio sin paredes. Nuestros amigos se limitan a solo aquellos dentro de la Iglesia, cuando Jesús fue el “amigo de pecadores”. Entonces, haz tiempo para ser un amigo por la causa de su salvación. Recuerda que cada persona que muere en sus pecados tiene una cita con el Juez del Universo. El Infierno abre de par en par sus terribles mandíbulas. No existe una tarea mayor que ser confiado con el Evangelio de Salvación – trabajar con Dios para el bienestar eterno de una humanidad en agonía.