«¡He aquí, yo soy vil!» Job 40:4

¡Oh Señor, cuán vil soy yo!  ¡Profano e inmundo! ¿Cómo me atrevo a arriesgarme, con una carga de pecado tan grande?

¿Es este corazón contaminado una vivienda apropiada para ti? Enjambre, ¡ay! en todas las partes, ¿Qué males veo yo?
John Newton

Letras de canciones como éstas no se escuchan todos los domingos en la adoración contemporánea de nuestras iglesias. ¿Por qué? Porque hacen que la gente se sienta mal. «¿Yo … vil, sucio y miserable? (¡Oh!)  Pero eso lastima mi autoestima y me hace sentir, no tan… bueno. Y Dios no quiere eso para mí.» Y lo cantamos, semana tras semana, canciones que  realmente no nos cambian. El evangelio es el poder de Dios para salvar y cambiar. Y el corazón del evangelio es la verdad de que «siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» (Romanos 5:8) Lo más alto que pienses de ti mismo, lo menos que veras tu verdadero estado delante de Dios y lo menos que podrás apreciar la cruz.  Cuanto más te humilles delante de Dios Todopoderoso, lo más claro que verás, y la mejor visión que tendrás de la cruz, su belleza y la profundidad del amor de Dios para ti.

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