«Si la lengua frecuentemente no se refrena, y si se puede observar que una persona habla a menudo a la ligera de Dios y de las cosas divinas, sintiéndose orgulloso de sí mismo y con dureza hacia sus semejantes, y si esta persona es mentirosa, chismosa, o aduladora, entonces, cualquier otra buena cualidad que pudiera  tener, será delatada por sus palabras.  Él se engaña a sí misma, y su religión no sirve para nada »

Hay pocas cosas peores que ser un hipócrita religioso.  Los ateos los aman, Jesús los condenó, y la Biblia dice que el infierno está lleno de ellos. Labios sueltos, palabras salvajes, y una lengua indómita son signos seguros de que algo anda mal en el corazón.

«El hombre de arriba», «el Hombre Grande en las nubes», y otros títulos para el Rey de Gloria rara vez vienen de alguien que conoce a Jesucristo como su gran Dios y Salvador. «Tengo un corazón de oro», «no soy perfecto, pero soy mejor que la mayoría», y frases similares casi nunca proceden de los labios del hombre que se ha mirado en el espejo de la Ley de Dios y ha visto su verdadera miseria. ¡“Eres un idiota!» ¡»Yo puedo perdonar, pero nunca voy a olvidar!»  y otros estribillos de orgullo como éstos traicionan la falta de humildad producida por el Espíritu Santo en el corazón de un verdadero cristiano.

Recuerda, no fue Jesús quien dijo: «No se puede juzgar un libro por su cubierta». Él dijo que el árbol se conoce por sus frutos. Las palabras son el fruto y el desbordamiento de nuestro corazón. Si queremos conocer lo saludable de nuestro corazón y el valor de nuestra religión, Dios nos dice que es de sabio hacer una autoevaluación de nuestras palabras.

~ Kirk 

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