La Prueba De Fuego

por | Oct 20, 2020

Permíteme compartirte algo muy personal. En junio de 1985, yo acababa de predicar en una pequeña iglesia rural cuando un joven de apariencia delgada se me acercó y me dijo: «Me gustaría ser como tú.» Le di una sonrisa, pero en ese momento pensé. Usted no sabe lo que está diciendo. No sabía que, en ese momento, yo estaba pasando por un gran terror. Yo había estado orando ese mismo día, cuando de repente parecía que todo el infierno se hubiera presentado delante de mí.. Era como si Dios hubiera eliminado toda barrera de protección sobre mí y miles de espíritus del terror invadieran mis pensamientos. Me caí al suelo. Lloré. Clamé a Dios. Oré sin ningún resultado. No hay manera en que pueda describir la experiencia que tuve en los siguientes días. Era como estar colgando en locura sobre una tela de araña.

Cuando llegué a casa después de la reunión, Sue me preguntó cómo me había ido. Le dije: «La reunión estuvo bien», entonces me caí. Me sentía tan aplastado dentro de mí que no era capaz de tener devocionales familiares, o incluso comer en la mesa con mi familia durante más de doce meses.

Me diagnostiqué un «Espíritu herido». Antes de que Dios pudiera usarme, tenía un espíritu quebrantado:

Todo esto lo hizo mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser–declara el SEÑOR. Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.   (Isaías 66:2, Biblia de las Américas).

Fue A.W. Tozer, quien dijo: «Antes que Dios usa a un hombre, Dios romperá el hombre.»

Tomó años para superar esta experiencia. En un tiempo, ni siquiera pude tener el valor suficiente para ir a mi iglesia. Yo quería, pero el miedo irracional me estaba paralizando. El primer domingo después de la primera experiencia, yo estaba en mi cuarto tratando de tener fuerzas para ir con mi familia a la iglesia. El miedo era tan fuerte, que casi perdí la respiración incluso mientras yacía en la cama. Mi hijo, que tenía siete años en ese momento, entró en el dormitorio y me entregó una nota. Había escrito algunas Escrituras que él pensaba que yo debería leer, aunque no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Estos fueron los versículos:

El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre (Hebreos 13:6). Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18).   Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Juan 4:4).   Entonces él había escrito las palabras: «¡Te quiero, papá!»

Ray Comfort
Fundador, Living Waters

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