Yo he quebrantado los Diez Mandamientos
No tomes esta declaración como un indicio de que la persona ha visto la gravedad de su estado pecaminoso ante Dios. Él lo que puede estar diciendo es sencillamente “¡soy una mala persona!” A menudo es usado para “sacudirse” la convicción. Faraón admitió que él había pecado, pero su arrepentimiento era superficial. Dile a la persona “Bien, déjame tomar un tiempo para ir a través de los diez mandamientos uno por uno y ver si es así.” Cuando la persona es confrontada con el nivel de justicia de la Ley Moral de Dios, ora para que el Espíritu Santo traiga convicción de pecado.
Tal vez, hasta ahora, te sientes razonablemente a gusto al testificar usando la Ley para traer conciencia de pecado. Tú sabes cómo presentar la cruz y la necesidad de arrepentimiento hacia Dios y fe en Jesucristo – pero ¿después qué? ¿Es válido hacer un remate de venta (como lo hacen los evangelistas modernos)? ¿Debiéramos volver al ya viejo “quisieras hacer la oración del pecador conmigo ahora?” ¿O debemos dejar a la persona en las manos de un Fiel Creador?
Quizás la respuesta está mirando cómo es en el ámbito natural. Si no hay complicaciones en el nacimiento de un niño, todo lo que el doctor debe hacer es guiar la cabeza. Lo mismo podemos aplicar espiritualmente. Cuando alguien es “nacido de Dios” todo lo que necesitamos hacer es guiar la cabeza – asegurarnos que la persona entiende lo que está haciendo. Felipe, el evangelista, hizo esto con el eunuco etíope cuando preguntó ¿Entiendes lo que lees? (Hechos 8:30).
En la Parábola del Sembrador, el verdadero convertido (el oyente de buena tierra) es quien escucha y entiende. Este entendimiento viene por la Ley (Romanos 7:7) en la mano del Espíritu Santo, quien “convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Si un pecador está listo para el Salvador, es porque ha sido traído por el Espíritu Santo (Juan 6:44). Este es el porqué debemos ser cuidadosos de permitir que el Espíritu Santo haga su obra y no entrar precipitadamente donde los ángeles temen pisar. Orar la oración del pecador con alguien que no se ha arrepentido genuinamente puede dejarte con un bebé muerto en tus manos. Por eso, más que guiarle en una oración de arrepentimiento, es sabio animarle a orar a él mismo.
Cuando Natán confrontó a David acerca de su pecado, él no guio al rey en una oración de arrepentimiento. ¿Si un hombre cometió adulterio, y su esposa está dispuesta a recibirlo, le escribirías una carta para que él se la lea pidiendo perdón? No; el dolor por haber traicionado su confianza deberá fluir de sus labios. Ella no desea palabras elocuentes, sino simplemente tristeza del corazón. La esencia de su confesión debería ser algo así como “perdóname por favor. Te he traicionado. Lo siento.” Lo mismo se aplica a la oración de arrepentimiento. Si una persona está arrepentida genuinamente (él tiene tristeza de corazón y su boca evita la auto justificación), él debiera orar por sí mismo, sus palabras no son tan importantes como la presencia de un “santo pesar.”
Al pecador se le debe explicar el arrepentimiento – confesar y apartarse de sus pecados. Él podría decirlo como una oración susurrada, y luego tú puedes orar por Él. Dile “quietamente confiesa tus pecados a Dios, pídele que te perdone, entonces pon tu confianza en Jesús de la misma forma que lo pondrías un paracaídas para salvarte. No solo creerías en él, te lo pondrías – confiando tu vida a él. Después que lo hagas yo oraré por ti y te daré alguna literatura para ayudarte.” Si no está seguro qué decir, tal vez la oración de arrepentimiento de David puede ser usado como modelo (Salmo 51) pero son más deseables sus propias palabras.
Si estudias el ministerio de Carlos Spurgeon, encontrarás que él invitaba a los hombres y mujeres a venir a Cristo, no a un altar. Escúchale invitar a los pecadores a venir al Salvador:
“Antes que dejes este lugar, haz una sincera oración a Dios diciendo “Dios, ten misericordia de mí un pecador. Señor, necesito ser salvo. Sálvame. Clamo en tu nombre…, Señor, soy culpable, y merezco tu ira. Señor, no puedo salvarme a mí mismo. Quiero tener un nuevo corazón y un espíritu recto pero ¿qué puedo hacer? Señor, no puedo hacer nada, ven y obra en mí para hacer lo que a Ti te plazca.
Tú solo tienes el poder, lo sé
De salvar a un malvado como yo
¿A quién o a dónde puedo ir
Si me huyo de Ti?
Pero ahora, yo, desde lo profundo de mi alma invoco tu nombre. Temblando, pero creyendo, coloco mi ser completamente ante ti, oh, Señor. Confío en la sangre y justicia de Tu amado Hijo…. Señor, sálvame esta noche, en el nombre de Jesús.”
Ve a tu casa solo confiando en Jesús “Me gustaría ir a la pieza de consultas.” Te desafiaría a que fueras allí, pero no deseamos complacer la superstición popular. Tememos que en esas habitaciones los hombres son llevados a una confianza ficticia. Muy pocos de los que se dicen convertidos de la sala de consulta siguen verdaderamente. Ve a tu Dios de una vez, allí donde estás. Lánzate sobre Cristo ahora ¡antes de moverte una pulgada!”
Ray Comfort